Discurso no 25º aniversario da autonomía de Galicia

«DISCURSO PRONUNCIADO POR EL PROFESOR JOSÉ VELO MOSQUERA, EN EL ACTO CELEBRADO EL DÍA 30 DE JUNIO DE 1.960, EN EL CINE PRINCIPAL DE CARACAS, CON MOTIVO DEL VIGÉSIMO QUINTO ANIVERSARIO DEL PLEBISCITO AUTONOMISTA GALLEGO.»

COMPATRIOTAS Y AMIGOS, SEÑORAS Y SEÑORES:

En este acto gallego hablamos en castellano porque queremos dirigirnos a todos los españoles demócratas, teniendo como testigos a los hombres siempre libres de Venezuela.

Para nosotros los gallegos, la patria de Bolívar, es algo así como la metrópoli ideal de una Galicia ceibe (libre), y por eso hemos venido hoy al Cine Principal para irradiar desde aquí nuestras ansias de libertad Republicana.

Yo debiera construir ahora mismo un párrafo muy brillante para dar gracias a las autoridades de este país, a sus partidos políticos, a sus instituciones culturales y artísticas a los dirigentes del Cine Principal, al pueblo venezolano en general. Pero con palabras no se demuestra el agradecimiento; y yo espero que algún día, cuando estemos allá, en nuestra patria, podamos demostrar con alguna obra o algún hecho el agradecimiento que a este país le debemos (APLAUSOS).

Y voy a entrar en materia diciéndoos que no soy partidario de los juegos de invite, sino amigo de hablar claro y con las cartas boca abajo. Probablemente seré algo seco en la exposición de nuestros ideales; pero sí, lo suficientemente claro para que todos me comprendan.

El Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, que yo presido, ejercerá un derecho indisputable y un deber ineludible. El derecho que todo hombre tiene a defender la libertad de su pueblo y el deber que pesa sobre los diputados elegidos por Galicia en las últimas elecciones generales que se celebraron en España y que obliga a guardar, mantener y defender la voluntad del pueblo gallego, expresada en el plebiscito autonomista que hoy conmemoramos y que se realizó el día 28 de junio de 1936. Ahora bien, en el estatuto plebiscitado hay que distinguir dos cosas: el documento en sí, forzosamente limitado a las exigencias de la Constitución, y el deseo de gobierno y vida libre, que tal acto supone, deseo que siempre se manifestó democráticamente en Galicia a favor del sistema federal, tanto en el período preconstituyente de la República de 1.873 como en el de la República de 1931, (1).

Pero, el “D.R.I.L.” , como lo hemos dicho en otras ocasiones, no es propiamente un gobierno formado en el extranjero para llegar a Galicia después de la liberación y sentarse en la cabecera de la mesa servida …Esa no podía ser nuestra intensión Allá están todos los que deben ocupar todos los puestos de honor, y al crear el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación nosotros sólo aspirábamos a merecer la confianza y la representación de nuestro pueblo en el exilio, para no ser repatriados como cadáveres políticos. (APLAUSOS).

Hoy podemos decir, no con vanidad, pero sí con orgullo, que no sólo somos intérpretes del sentir y el pensar de la inmensa mayoría de los emigrados gallegos en América, sino que representamos la voluntad del pueblo gallego que vive esclavizado y vigilante, esperanzado la hora de la liberación y contado el tiempo por noches. Y autorizados por los elementos democráticos de Galicia y de acuerdo con sus indicaciones, voy a señalar nuestra posición ideológica respecto a los tópicos que en la hora presente absorben las preocupaciones del republicano español ante el periodo constituyente que se avecina. (Aplausos).

PRIMER PUNTO; NUESTRA ACTITUD RESPECTO A LA CONSTITUCIÓN DE 1.931.

Para defender nuestro derecho republicano, el derecho a vivir dentro de la ley, no creemos que sea necesario enarbolar esa bandera de papel, porque hay mucha gente en el mundo probablemente mal informada que le achaca una gran parte de culpa en la insubordinación que ahogó las esencias republicanas. Y aunque esto no sea cierto, porque la constitución no funcionó nosotros creemos que no vale la pena de reivindicar su inocencia. Aquel código fue un engendro político-filosófico, una creación jurídica, admirable, si queréis; pero no fue una consagración de hechos revolucionarios, porque allí no solo se había producido el derrumbamiento de la monarquía por podredumbre de su base. Quiero decir que la constitución de 1931 fue un código revolucionario, y aunque yo no dudo que pueda hacerse la revolución desde arriba, cuando se sienten los problemas vivos des país y se presienten los efectos de una reforma jurídica, es lo cierto, lo ciertísimo, que la constitución de 1931 murió al nacer…porque no era viable o porque el duro clima de Iberia no era propicio para la vida de un ente sutilísimo, trasplantado de Weimar a Madrid.

Pero no se puede negar que la segunda República Española tenía una Constitución o título de derecho, para uso externo, y que puede exigírsenos que la respetemos como símbolo, en atención a su origen parlamentario. Nosotros no negamos, por lo tanto, que la Constitución del 31 pueda ser un magnífico punto de partida para organizar las fuerzas democráticas españolas, tanto en el interior como en el exterior, pero otra cosa sería que aceptásemos la imposición de ese código, no como antecedente jurídico, sino como tope ideológico de nuestras aspiraciones, porque el día que se restablezca el orden republicano en España, será para abrir un nuevo período constituyente y no para regresar al estado constituido, que murió, mártir y virgen, mucho antes de producirse la guerra civil. Y siendo evidente que todos los pueblos del mundo han entrado ya en un período revolucionario, más o menos declarado, y que todas las Constituciones están en trance de revisión, sería necio forjar el porvenir de la República Española y de España sobre un código muerto.

Nuestro patriotismo busca soluciones en un más allá de la constitución del 31, cuyo origen democrático nos infunde respeto, aunque, en verdad, ella hubiera surgido de preocupaciones abstractas y extrañas a la naturaleza intima de los pueblos españoles. No es una constitución lo que nos preocupa. En España no ha funcionado ninguna, y tuvo muchas… (Aplausos) y todas causaron perturbaciones. Lo que nos preocupa, lo que deseamos es que se organice la representación política de España, de modo que inclusive pudiéramos prescindir de la Constitución. ¿La tiene acaso la admirable Inglaterra? ¿La tuvo acaso la U.R.S.S. hasta después de haber consolidado su revolución?

Pero recordemos lo que ocurrió en el período constituyente de la segunda República Española, apenas se había promulgado la constitución cuando los mismos diputados, diputados constituyentes votaron una ley de excepción, contraria a los principios liberales de nuestra carta magna, para defender la República y sus esencias fundamentales. Y aquello fue algo así como si hubiéramos creado un cuerpo de policía para defender el ejército. Con la “Ley de defensa de la República, se gobernó y desgobernó el nuevo régimen al margen de la Constitución. Y contad con que en aquellos momentos era posible apagar los motores de cualquier insubordinación. Pero ahora, ahora se trata de restablecer la democracia en España sobre un volcán de pasiones y en medio de peligros imprevisibles y no sería cuerdo que perdiéramos el tiempo soñando con ilusiones fracasadas. (Aplausos).

Yo no creo que haya un solo ex gobernante de nuestra República que se atreva a gobernar de nuevo sujetándose solo a los preceptos liberales de la Constitución del 31, y si existiese un hombre tan atrevido o tan optimista nosotros no lo acompañaríamos en su empeño.

¡Abajo la dictadura y viva la constitución! He ahí un grito que nos devuelve a los tiempos de Isabel II. La Castiza, un grito que repetían los carcamanes de la monarquía alfonsiana en los tiempos de Primo de Rivera. Pero si solo se trata de derribar la dictadura para volver al desbarajuste constitucional, que ni siquiera supo evitar la guerra civil, yo digo que eso es tan absurdo como pretender un retorno a nuestra juventud perdida… (MUY BIEN). Pensemos que si la dictadura de Primo de Rivera arrastró en su caída a la monarquía y provocó el advenimiento de la República, porque todos nos empeñamos en no regresar a los tiempos abolidos, no se acredita de inteligente quien considere la dictadura actual como un episodio intranscendente y pasajero de la legalidad intuida en 1931, porque sobre los cambios que produjo la guerra civil y la tiranía subsiguiente, pensarán en España, además, los trastornos del mundo. No, amigos republicanos: si en 1931 cayó la monarquía como consecuencia de la dictadura de Primo de Rivera, es seguro que la dictadura de Franco no sólo arrastrará en su caída vuestra constitución de papel. Arrastrará entre otras muchas cosas, el sistema unitario y centralista, herencia de las monarquías absolutas y la base totalitarismo español.

Así pues, nosotros resumimos nuestra actitud al respecto en los términos siguientes: Aceptamos la Constitución de 1931 como punto de partida, pero jamás como tope de nuestras aspiraciones.

SEGUNDO PUNTO: NUESTRA ACTITUD ANTE UN GOBIERNO ESPAÑOL PROVISIONAL REPUBLICANO.

Si tomamos como punto de partida la constitución de 1931 y se restablecen normalmente todas las instituciones republicanas, y, por consiguiente los estatutos de Cataluña y Euzcadi, es preciso que se promulgue el estatuto de Galicia de modo que las tres autonomías comiencen a funcionar al mismo tiempo y en la misma hora.

Si el gobierno provisional sufriese un empacho de legalidad y no se atreviese a otorgar por decreto la autonomía de Galicia, prescindiendo del acuerdo de las cortes, tal como lo prescribe el art. 12 de la constitución, entonces nosotros invocaríamos el art. 80 como recurso supletorio y urgente, a fin de que entremos sin pérdida de mismo en la posesión de nuestro derecho bien ganado. Si el gobierno provisional necesitase algún precedente, porque en España hasta los revolucionarios necesitan precedentes, entonces nosotros les recordaríamos cómo se restauró la generalidad de Cataluña, por decreto del 21 de abril de 1931, decreto redactado a base del acuerdo establecido entre el gobierno provisional de la República Catalana.

Puede Argüirse que la generalidad de Cataluña, era un hecho consumado, y, además consagrado por la voluntad del pueblo catalán, en gesta revolucionaria y triunfante, pareja de la que derribó la monarquía. Pero nosotros los gallegos podemos invocar un hecho y un mérito igualmente respetable, o aún más respetable, de derecho y de justicia ante cualquier situación de índole democrática. El hecho es que nuestro Estatuto tomó estado parlamentario después de haber cumplido, estrictamente, todos los trámites y requisitos que la Constitución exigía, el mérito consiste en haber vencido al inusitado rigor con que el gobierno de la República trató a Galicia (2), imponiéndole una intervención extraordinaria y sin precedentes a pesar de la cual ni una sola protesta se formuló en los actos del plebiscito, que ganamos en todas y cada una de las provincias gallegas.

Y contad con que el plebiscito fue patrocinado por todas las fuerzas del Frente Popular, sin oposición de las derechas. Y cuando Galicia se perdió por estar sometida al régimen común, murieron asesinados muchos miles de gallegos autonomistas, y este plebiscito de mártires, que vale más que un plebiscito de electores, consagró nuestro derecho a la libertad. (APLAUSOS).

Por cierto que el fracaso del poder central en Galicia —así lo dicen nuestros hermanos del interior—se hizo patente y definitivo con el derrumbamiento de sus autoridades políticas en julio de 1936, ocasión en que el pueblo gallego acudió a todas partes, con decisión espontánea a defender la causa de la libertad; decisión malograda y condenada al sacrifico, porque las autoridades republicanas de Galicia, fieles a las consignas del Gobierno Central, renunciaron a toda iniciativa basada en el aliento popular y prefirieron una pasividad suicida, en evidente desacuerdo con el espíritu de la opinión gallega. Así, el fracaso de julio en Galicia, fue un fracaso de los representantes del poder central y no un fracaso del pueblo gallego, que pagó con sangre de muchísimas víctimas su amor a la libertad. (Aplausos). Y así Galicia hubiera sido autónoma y hubiera tenido un gobierno propio, no solo se hubiera salvado a sí misma, sino que hubiera salvado a la República. Porque Galicia –¡entendido bien, amigos republicanos–! Es la clave del éxito en cualquier empresa española.

En virtud de lo expuesto, nosotros solo podemos evenirnos a reducir provisionalmente nuestro derecho si al ser restablecidos los gobiernos de Cataluña y Euzcadi se restaura la tradicional Junta de Galicia , para poner en vigor el Estatuto, aunque su vigencia quede limitada al tiempo que tarden las cortes en resolver o legislar sobre la materia . Otra condición es que Cataluña y Euzcadi se avengan a restablecer el régimen de estatutos, otorgados por gracia del Estado, en espera del período constituyente, en el que los pueblos autónomos deben reclamar garantías de su libertad en previsión de nuevos atentados centralistas. (Aplausos).

Bajo estas condiciones, nosotros apoyaremos con el mayor entusiasmo y con toda lealtad a cualquier gobierno provisional republicano.

TERCER PUNTO, NUESTRA ACTITUD ANTE ESO QUE VIENE LLAMÁNDOSE “SOBERANÍA DEL PUEBLO ESPAÑOL”

He ahí una cuestión vidriosa, que yo voy a tratar con ruda franqueza y absoluta sinceridad.

El Estado Español no tiene ninguna base que pueda llamarse verdaderamente nacional, como no sea la voluntad de imperio que sobrevive en algunas regiones. España no es única e indivisible, como suele decirse, porque es plurinacional, y , por consiguiente no debe ser único e indivisible su Poder público y esa eutrapelia que viene llamándose “Soberanía Nacional “. Bastará observar que en España se hablan actualmente cuatro idiomas diferentes, vehículos de otras tantas culturas y revelación de cuatro nacionalidades.

Ahora bien; los unitaristas republicanos buscan y procuran, para España, la paz, el orden, la justicia, la libertad, el progreso, el bienestar y demás bienes universales que nosotros también deseamos procurarnos, pero ellos toman a España como si fuera una Nación definitivamente constituida en Estado integral y capaz de alcanzar aquellos bienes universales por medio de una República única y parlamentaria, en la que la potestad de legislar resida en una sola cámara. Y he ahí la grave cuestión.

He ahí la grave cuestión: porque la voluntad mayoritaria de los españoles, convertida en único poder legislativo del estado, anula la voluntad de los pueblos diferenciados…Cataluña, Euzcadi y Galicia —, que, juntos, son una minoría de electores en el cuerpo político de toda España. Y prescindiendo de que cada pueblo nacional, por la peculiaridad de su morfología social y económica, sólo puede alcanzar aquellos bienes universales por medio de su Constitución política y su derecho positivo, nosotros decimos que si el poder del Estado tiene un límite ante los derechos naturales del ser humano, del hombre, también debe tenerlo ante los derechos naturales de los pueblos, de los seres colectivos, de las nacionalidades, que son más perdurables que el hombre. (Aplausos)

¿Soberbia nacional?, sí; pero donde hay varias nacionalidades debe haber varias soberanías, si es que la soberanía es algo que se deba tomar en consideración. Y del mismo modo, yo digo: ¿Voluntad de pueblo español?, si: pero la representación política que se logra en unas elecciones generales, al uso de los últimos tiempos republicanos de España, es una expresión de la voluntad de los hombres, pero no es una expresión de la voluntad de los pueblos nacionales; y lo que a estos afecta debe ser cosa exclusivamente suya, cuestión que atañe solamente a su democracia, a la voluntad mayoritaria de sus lectores, no olvidemos que la variedad legislativa es lo único que puede nivelar los avances universales que todos deseamos para España, del mismo modo que la ley única es lo que produce los desniveles sociales y económicos que desacreditan la democracia y provocan la dictadura.

Así, pues, nosotros nos vemos obligados a defender la autonomía de Galicia con el mismo fervor con que defendemos la de Euzcadi y Cataluña, ante los designios autoritarios de la España unitaria y centralista, pero también, ante el falso liberalismo español, que desprecia la existencia de los pueblos, aunque estos quieran vivir unidos y en perfecta armonía, como si el hombre pudiera ser libre cuando su pueblo no goza de libertad. En otras palabras nosotros queremos que los pueblos sean tan sujetos del derecho político de los pueblos como son los hombres.

Y voy a resumir nuestro pensamiento con ideas recientemente formuladas por las fuerzas democráticas de Galicia. Nuestro movimiento se basa fundamentalmente en una aspiración de libertad que se le reconoce al hombre en general, al hombre abstracto, no satisface nuestras aspiraciones, porque nosotros no somos seres abstractos: somos hombres concretos, enraizados en una realidad nacional. Por eso queremos la Libertad, no solamente como seres humanos, sino como hombres gallegos, porque no seriamos hombres sin ser gallegos, como los vascos no serían hombres sin ser vascos, y como los catalanes no serían hombres sin ser catalanes, ya que nadie puede ser hombre sin ser lo que realmente es.

Ahora bien, la libertad solo es posible en la democracia, y es por eso que nosotros somos partidarios decididos de la democracia. Pero, en España, además la democracia solo es viable dentro del sistema republicano, y es por eso que nosotros somos partidarios incondicionales de la República; pero la República tiene la obligación de resolver el problema de la verdadera libertad para todos los españoles sería falsa y engañosa si los gallegos no fuésemos libres, o los vascos y catalanes no fuesen libres. Y la República no tiene más que una manera de garantizar esta libertad de todos los españoles y es uniendo a los pueblos diferenciados dentro de un estado armónico, en el cual estos pueblos tengan la misma intervención y dentro de cuyo estado el hombre se siente satisfecho y protegido con su ley, que en España ha de ser varia, como son varias sus realidades nacionales.

Que se nos hable, pues, de la voluntad de los pueblos españoles, y entonces estimaremos el fervor popular de algunos gerifaltes del republicanismo, porque someter la voluntad de nuestros pueblos y sus aspiraciones a lo que decida “el pueblo español” mediante un plebiscito general, sabiendo que somos una minoría de electores en el censo político de España, eso no solo es injusto, sino que además ofende a los principios de la verdadera democracia. Tal proposición oculta el designio de apuntalar el centralismo y arrastrar a Galicia, Euzcadi y Cataluña en el furgón de cola de la República, y eso no lo consentiremos. (Aplausos prolongados).

CUARTO PUNTO: NUESTRA ACTITUD RESPECTO A LA ESTRUCTURACIÓN DEFINITIVA DEL ESTADO ESPAÑOL.

Nosotros defenderemos el principio de autodeterminación para todos los pueblos que han sabido conservar, a través de los siglos, su personalidad nacional, y, por consiguiente, defendemos el derecho de autodeterminación para Galicia, que conserva todos los atributos de una verdadera y autentica nacionalidad; pero nos consideramos autorizados a restringir este derecho a lo que es racionalmente justo, conveniente y posible, descartando, de antemano, el separatismo. Entendedme bien- voy a repetirlo- descartando el separatismo y abogando por una unión paccionada de todos los pueblos diferenciados de España en un estado plurinacional y republicano, capaz de atraer a Portugal.

Se ha dicho muchas veces que el equilibrio democrático de España sólo puede lograrse por medio de una república Federal, que suprima los motivos seculares de conflictos y engendre, por vías de libertad, un ideal común, que no ha podido lograrse en cinco siglos de política coactiva y asimilista. Es por eso que nosotros tomamos en ejemplo el problema de España y dentro de él situamos y definimos el nuestro. Y por lo tanto no se trata——y quienes lo digan no dicen la verdad o tienen la intención de embarullar las cuestiones —, no se trata digo, de mantener divergencias partidistas, en útiles y perniciosas, tercamente sostenidas aún en estos momentos decisivos, sino de mantener actitudes patrióticas que encaran el porvenir.

Claro está que nosotros estamos tan divorciados, ideológicamente de los constitucionalistas de la segunda República como lo estaban Pi y Margall de la primera. Recordemos que la gran república llegó a decir en su desesperación que prefería una monarquía federal que una república unitaria; y nosotros no decimos lo mismo porque creemos que una monarquía española jamás sería federal y siempre sería más intolerante y más intransigente que cualquier República. Y porque somos republicanos tenemos derecho a dialogar con nuestros compañeros de exilio y convencerlos de que el régimen de estatutos no resuelve plenamente el problema español, pues el régimen de estatutos se basa en la desigualdad de los pueblos y mantiene hegemonía anacrónica y servidumbre insoportables.

Cualquier puede comprender que los pueblos no autónomos, regidos directamente por las leyes del estado, serían los dueños y señores de España: serían pueblos de privilegio porque acapararían la soberanía del conjunto español, usarían del máximo poder y de la máxima fuerza y dispondrían de garantías inviolables, en tanto que los pueblos autónomos, regidos por estatutos indefensos, otorgados por gracia y merced del Estado unitario, vivirían en el mejor de los casos como las minorías de cualquier organización democrática, sin la menor posibilidad de convertirse en mayorías- No se trata, no, de aumentar solamente el número de atribuciones, se trata de garantizarlas contra cualquier agresión del Poder central, tal como se garantizan en los regímenes federales, desde la Unión Soviética a los estados Unidos pasando por Suiza, (Aplausos).

Por la profundidad histórica de España y su variedad étnica y tradicional, nosotros estimamos que debe superarse el federalismo pimargaliano, basado en la escuela filosófica, como el mismo Pi y Margall lo superaría si viviese en nuestro tiempo y conociera el claro principio de las nacionalidades. Nosotros creemos que debe limitarse el número de miembros federados a las nacionalidades que han sabido conservar su personalidad histórica, su autonomía moral, porque de otro modo, con el criterio voluntarioso de antes veríamos a las regiones de raíz unitaria organizarse en régimen autonómico, sin sentirlo, ni necesitarlo, y ante una Castilla falsamente multiplicada, no sólo se romperían los frenos de la federación, sino que perdurarían las luchas intestinas. Quiero decir que de no aplicarse la doctrina de las nacionalidades, quedaría en pie la política adoptada por los reyes absolutos. (Aplausos).

Nosotros conocemos— ¡cómo no!— la existencia de España como una realidad geográfica, que abarca toda la Península, y entendemos que esta unidad geográfica debe plasmarse políticamente en forma de Estado federal o confederal, lo más eficiente posible, a fin de lograr el asentamiento definitivo y permanente de la paz y la concordia entre todos los españoles y sus pueblos. Queremos una España fuerte, seria, capaz de engendrar un destino común, patrimonial de todos los intereses de Castilla. Cataluña, Euzcadi y Galicia.

No se trata, pues, de regresar a la Edad Media, como acaba de decir un lustre republicano centralista; se trata de crear una nueva España sobe sus realidades actuales, sobre las realidades sensibles para el sentido común de cualquier español. Y esta es nuestra actitud ante el período constituyente que se avecina para España.

CONCLUSIÓN:

Creo que he señalado claramente nuestra posición ideológica; y todo lo que acabo de decir es lo que hubiéramos dicho y sostenido en cualquier asamblea, congreso, conferencia o reunión conjunta de representantes republicanos españoles; pero, desgraciadamente, se rehúyen las discusiones útiles y se prodigan los actos negativos, que tiene muy poco de políticos, si la política es cortesía o arte de conducir los asuntos políticos. Nada tendría de extraño que la causa del republicanismo español sufriese quebranto por querella de fondo político, social o económico, tal como la sufren otras representaciones en el destierro, pues estamos viviendo los comienzos de una honda revolución. Lo inaudito, lo increíble, es que la discordia republicana española provenga en gran parte, que dos hombres eminentes, de un mismo partido, y antiguos amigos, se nieguen a darse la mano, o. (que uno de ellos no quiera dársela al otro, y que por este motivo se arme una división belicosa, como de perros y gatos, que hizo y sigue haciendo imposible la concordia republicana que desde España se viene reclamando con insistencia. Esto a nosotros nos parece irracional.

Llevamos más de veinte años y medio asistiendo a un espectáculo degradante, y si en vez de alentar una guerra de injurias, que sólo aprovecha a Franco y a los monárquicos en acecho, se hubiera discutido los problemas fundamentales de España, aunque la disputa causara muertes, es seguro que a estas horas no sólo hubiéramos tenido una dirección política única y un plan de gobierno, para consolidar el restablecimiento de la República, sino que se hubiera ganado el respeto internacional que nuestra causa merece y necesita. (Muy bien – Aplausos). Porque de los ideales puros siempre se cede una gran parte, cuando de buena fe se busca la paz después de la guerra, pues no hay duda de que a los doctrinarios empedernidos se los lleva la corriente —es más firme un junco que un poste de telégrafos— y sólo triunfan las ideas que se amoldan a las realidades. Lo absurdo e inconcebible es que el ingenio extraordinario de algunos republicanos se dedique únicamente a convertir las cuestiones adjetivas en problemas sustantivos e insolubles poniendo en peligro los frutos, en potencia, del egoísmo y martirio de nuestros pueblos. (Aplausos).

Imaginémonos que la capacidad de destruirlo todo y no construir nada fuese capaz de derribar a Franco sin ofrecerle a los arquitectos del equilibrio de Europa una solución republicana solvente y responsable y que por deficiencias orgánicas del republicanismo español, a pesar de la justicia que nos asiste, se hiciera posible la restauración de la monarquía en España dejando latente la guerra civil y estéril toda esperanza renovadora. ¡Cual no sería la responsabilidad de los republicanos expatriados ante los españoles del interior, que sufren destierro en la propia patria!

Nosotros no hemos sembrado discordia, ni hemos abierto abismos insalvables, ni hemos adoptado alguna actitud combativa frente a nadie, ni siquiera contra los que nos injurian sin motivo. Esto nos place decirlo, pero con tranquilizar nuestra conciencia y poner en la picota a los responsables del desbarajuste republicano, nada hubiera ganado nuestro pueblo y la causa que defendemos. Por eso al conocer los propósitos generosos del Presidente de los vascos, don José Antonio de Aguirre… (Aplausos)… no sólo lo hemos aplaudido y felicitado, sino que, además, le ofrecimos la representación del “D.R.I.L.”, para incorporarnos incondicionalmente a su misión conciliadora. Y con el Presidente Aguirre, en su inmensa bondad, aún sigue trabajando y tiene alguna esperanza, yo no debo aflojar los frenos de mi indignación y tristeza, ni puedo dar rienda suelta a mis juicios, aunque vea que se agotan los últimos de una hora propicia, la hora de unirnos para derribar a Franco y recobrar la libertad.

Séanos permitido decir que los llamados separatistas estamos unidos, no sólo entre nosotros sino con nuestros pueblos, y que estamos deseando que se unan los separadores… (Hilaridad Aplausos)…y si ellos no se unen, no por eso vamos a llorar, como si se tratase de una desgracia irreparable, pues nuestra misión es más patriótica que política y sólo tendrá fin el día que ganemos la libertad de nuestras patrias.

¡Qué importa que hubiéramos fracasado en la esperanza de ser unidos en el destierro a todos los políticos republicanos! Los gallegos, vascos y catalanes, unidos en “Galeuzca” lamentaríamos este grave episodio; pero nuestra última misión es mucho más alta y sagrada Nuestra gran misión no cabe en la España actual, pues sólo se cumplirá cuando veamos unidos a todos los pueblos peninsulares ….(Aplausos). Y en esa ambición de crear un Estado que abarque toda la Península, Galicia tiene un papel principal, bien señalado en las palabras proféticas del Bardo “PONDAL”.

“A luz virá para a caduca Iberia

Dos fillos de ¡Bregoan!

He dicho… El público en pie.

(Ovación prolongada)

  1. Fue Antolín Faraldo quien inició el movimiento político de liberación gallega. Así en la famosa asamblea de Lugo del año 1843, la reacción fue tan general que sólo por un voto se rechazó la propuesta de Faraldo sobre si Galicia debiera ser o no independiente.

Las ideas federales vinieron a dar un nuevo contenido político al movimiento sentimental y cultural de nuestro país iniciado por Nicomedes Pastor Díaz, propulsor en 1855 por Vicetto y Murgía desde el “Clamor de Galicia”, y bien pronto afirmado gloriosamente por la obra de los poetas en lengua gallega. Así, en plena revolución de 1868, trazó Sánchez Villaamilun plan de hacienda cantonal, como complemento de la constitución política del Estado gallego, Pero fue en Santiago, el día 22 de junio de 1873, donde se reunió una asamblea popular con el objeto de ejercer el derecho de iniciativa de Galicia, de acuerdo con los principios federales. De aquella reunión, cuya acta firmaron quinientos cuarenta y cinco delegados salió un vibrante manifiesto autonomista y quedó constituido un Directorio, que vio interrumpidas sus tareas al caer la primera República.

El proyecto de “Constitución para el futuro Estado Gallego” es un ejemplo único en la historia política del XIX en España. Este proyecto lo formuló el Consejo Ejecutivo de Galicia y salió definitivamente discutido, votado y sancionado por la Asamblea Federal del Territorio Gallego, reunida en la ciudad de Lugo el día 2 de julio de 1887. Dice así su artículo segundo:

“Esta región se erige en Estado Autónomo o Soberano y adopta la forma democrática – republicana federal para su gobierno.

Pero no solamente era federal para España, sino confederal para los estados peninsulares, como se puede, ver en el último párrafo del mismo artículo segundo “…así mismo aspira a la Confederación Ibérica, y desde luego contrae la obligación de coadyuvar incesantemente, para recabar de la nación portuguesa una eterna alianza pactada sobre la base del mutuo consentimiento y la voluntad de ambos pueblos”.

Alfredo Brañas imprime en 1889, su frase libre: “El Regionalismo”, que compendia en doctrina autonomista los sentimientos permanentes de Galicia cuando Prat de La Riba era todavía un estudiante. Con “La patria Gallega” se difunden por toda Galicia los ideales de Brañas, y en su discurso de apertura de curso universitario e 1.892, concreta el dieciséis puntos todo un programa de Gobierno Gallego, el más avanzado que registra el movimiento autonomista en España. Y el mismo año en que Cataluña planteaba sus aspiraciones autonomistas, por medio de las “Bases de Manresa”, ya la cuestión gallega era un movimiento patriótico perfectamente definido.

Las “Irmandades da Fala”. La Irmandade Nazonalista y el “Partido Galleguista” con sus eficaces Asambleas en Lugo (1918), Santiago (1919, 1932, 1933, 1934, 1935), Vigo (1920). Monforte (1921), La Coruña (1922 y 1930) y Pontevedra (1931), siempre defendieron el principio de autodeterminación para Galicia, dentro de un Estado Federal.

En 1930 se fundó la “Organización Republicana Gallega Autónoma” (ORGA) cuyo manifiesto primero, dirigido a la opinión gallega, dice así: ¨ Para nosotros fue y es razón de existencia: La instauración en España de la República Federal, no queremos más: pero tampoco admitimos menos”.

El sonado pacto de Lestrove (16 de marzo de 1930) habido entre todas las fuerzas republicanas de Galicia y que sirvió para designar el representante gallego que habría de concurrir a la famosa reunión republicana de San Sebastian, tomo, entre otros acuerdos el siguiente: “…y la República debe ser federal, porque tal es el sentir de los republicanos, conscientes de que el federalismo acerca el Gobierno al pueblo adaptándose a las peculiaridades regionales, tan varias por la historia y el carácter del pueblo español, y garantiza la libertad.

Al presentirse el advenimiento de la segunda República española, el “Semanario de Estudios Gallegos” propuso a los republicanos de Galicia un proyecto de Estatuto autonómico, que salió a luz del día 6 de mayo de 1931— a los veintidós días de ser derribada la monarquía — cuyo proyecto fue el primero que se formuló con tal objeto. Su artículo inicial dice así: “Galicia es un Estado libre dentro de la República Federal española”.

Aún no se ha convocado a Cortes Constituyentes cuando la “Federación Republicana Gallega” celebró una magna Asamblea de todos los grupos y elementos afectos al nuevo régimen en Galicia. Esta magna Asamblea fue reunida en la ciudad de La Coruña, en el día 20 de mayo de 1.931, y redactó las “Bases para el Estatuto Gallego”, cuyo artículo primero dice así:

“Galicia es un estado Autónomo dentro de la República Federal Española”

He ahí demostrado claramente el espíritu federalista de Galicia y señalada nuestra obligación de superar el régimen de estatutos, ante la proximidad de un nuevo período constituyente que nos ha de llevar a la tercera y definitiva República española.

  1. Como es sabido, en los actos del plebiscito autonomista de Cataluña y Euzcadi, no se estableció ninguna intervención especial, y tanto la generalidad de Cataluña como las Diputaciones vascas disponían de una amplia autorización el Gobierno de la República, concedida antes de haberse iniciado los trámites legales para la obtención de los Estatutos.

Pues bien; Galicia pidió un derecho que le permitiera realizar las dos pruebas exigidas por el artículo 12 de la Constitución, tal como se le había concedido a Cataluña y Euzcadi, pero Galicia solo recibió la callada por respuesta. Y a pesar de esta incorrección del Gobierno de la república, que delataba su mala voluntad, los Ayuntamientos gallegos se reunieron para cumplir la primera prueba; pero no podían llevar a cabo la segunda, o sea el referéndum plebiscitario porque ninguna entidad jurídica de Galicia tenía autoridad para convocar a los electores y abrir los colegios. Era, pues, necesario un decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros. Entonces el comité designado por los Ayuntamientos gallegos se dirigió nuevamente al gobierno y después de insistentes gestiones y de pedidos directos, sin faltar los ruegos parlamentarios, y por último, una interpretación de los diputados galleguistas, el gobierno se dignó conceder un decreto arbitrario, dado en Madrid a 27 de mayo de 1.933 y a los cinco meses de haberle sido pedido. He aquí algunos trozos de dicho decreto:

“Artículo 1º aprobado el proyecto de estatuto de Galicia por la mayoría de los Ayuntamientos de la Región, integrada por las Provincias de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra, se confiere al Comité Central de Autonomía nombrado en virtud de acuerdo a la Asamblea de Ayuntamientos celebrada en Santiago durante los días 17,18 y 19 de Diciembre de 1932, la facultad de someterlo a referéndum plebiscitario para cumplimiento del trámite que establece el apartado (b) del artículo 12 de la Constitución de la República”.

“Artículo 4º podrán designar interventores en las mesas electorales los Ayuntamientos y Diputaciones de la Región, las Cámaras Oficiales, los Colegios Profesionales Oficialmente reconocidos , la Universidad de Santiago, la Academia Gallega y las Asociaciones Patronales y Obreras legalmente constituidas en la fecha de esta convocatoria, entendiéndose limitado este derecho al territorio en que ejerzan jurisdicción las entidades enumeradas”.

“Para ejercer este derecho bastará que la entidad que quiera hacer uso del mismo comunique con cuatro días de anticipación a la fecha del plebiscito a los presidentes de las Juntas municipales del Censo Electoral de la localidad en donde deseen dicha intervención, los nombres de los designados para ejercerla, cuyo número no podrá exceder de uno por cada mesa y entidad”:

“Los presidentes de las Juntas municipales del Censo Electoral darán cuenta de dichos nombramientos de intervenciones a la Junta Provincial de la provincia respectiva y, de no recibir orden en contrario, los pondrán en conocimiento de los presidentes de las Mesas Electorales la víspera del día señalado para la votación, a fin de que estos los posesionen de su cargo, facilitando el ejercicio de su cometido”.

La arbitrariedad de este intervencionismo se pone de bulto al ver que quedan excluidas las Sociedades agrarias, que son la representación genuina del trabajo en Galicia, pues, según la ley vigente en aquel entonces, los labradores gallegos ni eran patronos, ni eran obreros; de modo que los comerciantes, los industriales, y los obreros tenían derecho a intervenir, derecho que se les niega a los labradores… Y con esta de las realidades gallegas siguen los gobernantes de la República emitiendo juicio negativo acerca de la voluntad del pueblo gallego.

He dicho… (Ovación prolongada)